Un fantasma muy viejo

Este PsicoHILO continua por la historia del fantasma de la casa de Atenas. Esta carta es al parecer considerada el primer relato manuscrito sobre fantasmas. Fue escrita por Gayo Plinio (El Joven) a su amigo Sura (amigo personal de Emperador Trajano). La carta narra una historia protagonizada por el filósofo estoico Atenodoro Cananita, llamado Atenodoro de Tarso. ¡Un detective de la época!
Os dejo que disfrutéis de este hallazgo donde fácilmente podréis identificar las raíces de las novelas modernas de misterio…

EPÍSTOLAS DE PLINIO EL JOVEN

CARTA 27, LIBRO VII: CARTA SOBRE LOS FANTASMAS

La falta de ocupaciones me brinda a mí la oportunidad de aprender y a ti la de enseñarme. De esta forma, me gustaría muchísimo saber si crees que los fantasmas existen y tienen forma propia, así como algún tipo de voluntad, o, al contrario, si son sombras vacías e irreales que toman forma por efecto de nuestro propio miedo.

A que crea que existen los fantasmas me mueve sobre todo esto que he oído que le ocurrió a Curcio Rufo. Todavía joven y desconocido había formado parte del séquito del nuevo gobernador de la provincia de África. Al declinar el día paseaba por el pórtico: le sale al paso la figura humana de una mujer muy alta y hermosa. Ante su estupor ella le dijo que era África, mensajera de las cosas futuras. Le dijo también que él iría a Roma, que llevaría a cabo su carrera política y que volvería a esta misma provincia con el poder supremo, donde finalmente moriría. Todas estas cosas se cumplieron. Pasado el tiempo, cuando llegaba a Cartago y salía de la nave se cuenta que se le apareció la misma figura en la playa. Como él mismo había sido presa de la enfermedad, tras augurar la adversidad que le esperaba en relación con las cosas buenas ya cumplidas, abandonó su esperanza de curación a pesar de que ninguno de los suyos la había perdido.

[…]

Llega a Atenas el filósofo Atenodoro, lee el cartel y una vez enterado del precio, como su baratura era sospechosa, le dan razón de todo lo que pregunta, y esto, lejos de disuadirle, le anima aún más a alquilar la casa. Una vez comienza a anochecer, ordena que se le extienda el lecho en la parte delantera, pide tablillas para escribir, un estilo y una luz; a todos los suyos les aleja enviándoles a la parte interior, y él mismo dispone su ánimo, ojos y mano al ejercicio de la escritura, para que su mente, desocupada, no se imaginara ruidos supuestos ni miedos sin fundamento. Al principio, como en cualquier parte, tan sólo se percibe el silencio de la noche, pero después la sacudida de un hierro y el movimiento de unas cadenas: el filósofo no levanta los ojos, ni tampoco deja su estilo, sino que pone resueltamente su voluntad por delante de sus oídos. Después se incrementa el ruido, se va acercando y ya se percibe en la puerta, ya dentro de la habitación. Vuelve la vista y reconoce al espectro que le habían descrito. Este estaba allí de pie y hacía con el dedo una señal como llamándolo. El filósofo, por su parte, le indica con su mano que espere un poco, y de nuevo se pone a trabajar con sus tablillas y estilo, pero el espectro hacía sonar las cadenas para atraer su atención. Este vuelve de nuevo la cabeza y le ve haciendo la misma seña que antes, así que ya sin hacerle esperar más coge el candil y le sigue. Iba el espectro con paso lento, como si le pesaran mucho las cadenas; después bajó al patio de la casa y, de repente, tras desvanecerse, abandona a su acompañante. El filósofo recoge hojas y hierbas y las coloca en el lugar donde ha sido abandonado, a manera de señal. Al día siguiente acude a los magistrados y les aconseja que ordenen cavar en aquel sitio. Se encuentran huesos insertos en cadenas y enredados, que el cuerpo, putrefacto por efecto del tiempo y de la tierra, había dejado desnudos y descarnados junto a sus grilletes. Reunidos los huesos se entierran a costa del erario público. Después de esto la casa quedó al fin liberada del fantasma, una vez fueron enterrados sus restos convenientemente

[…]

(Traducido por F. García Jurado)
Podéis encontrar la carta integra traducida en Literatura universal

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Una mirada rápida al texto y destacar dos detalles que nos deja su autor para rastear los fantasmas hasta hoy día:

La duda sembrada al inicio de la carta por el autor acerca de la procedencia de los fantasmas. Plinio arroja la intuición del MIEDO como etiología de las visiones fantasmagóricas. Si nos acercamos a la Psicopatología actual encontraremos numerosas referencias al miedo, la ansiedad o la preocupación como posible causa de la aparición de alucinaciones visuales, alucinaciones auditivas o pesadillas.

Como reiteradamente a lo largo de la carta da credibilidad a las historias no por el contenido de las mismas tanto como por el PODER otorgado a la fuente de información de la que proceden. Algo que los psicólogos sociales conocen muy bien hoy día.

PsicoHILO……………………………………

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